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El Sillón Bol

Año Nuevo: como siempre, valses y saltos de trampolín

Bueno, ya estamos de vuelta en el Sillónbol en este nuevo año 2004. La Navidad también tiene sus tradiciones deportivas, antaño el Torneo de Navidad de baloncesto del Real Madrid era cita obligada mientras se doraban los langostinos a la plancha, o abrías ese crianza regalo del representante de máquina/herramienta. Ahora ese torneo está descafeinado y ya no vemos en la televisión aquellos equipos de la Universidad de North Carolina con el mítico entrenador Dean Smith o la URSS de Valters, Lopatov y Tikonenko.

También tenemos el París-Dakar con sus temibles dunas, tuareg, mitsubichis pajeros, Nani Roma cayéndose y el Lago Rosa de la capital senegalesa. Este año veremos a la primera camionera española tragando arena y copas de solysombra, y no veremos (no le han dado la licencia internacional) a la chica de Correos con su vespa repartiendo certificados de autodeterminación para el Frente Polisario.

Sin embargo hay una retransmisión deportiva que durante la Navidad vuelve año tras año, como el turrón, la burbuja dorada, las uvas de Ramón García, el discurso real y el especial Nochevieja de José Luis Moreno. Se trata de los saltos de esquí del uno de enero desde la población alemana de Garmisch-Partenkirchen en los Alpes bávaros. Desde que tengo uso de razón televisiva recuerdo a los valientes saltadores deslizándose por el impresionante trampolín y lanzándose al vacío blanco. Lo suelen echar al mediodía y en las casas la tele se enciende para acompañar el deslizar de los esquís por el trampolín con las luces intermitentes del árbol de Navidad. Al fondo los comentarios de Paco Grande desgranan un rosario de nombres nórdicos, alemanes y japoneses desconocidos para el gran público.

Justo antes de los saltos de esquí pasan por la pequeña pantalla el también tradicional Concierto de Año Nuevo desde Viena, con su Danubio Azul, ¡qué bonito! y la Marcha Rutzedsky palmeado por el estirado, y nada resacoso, público vienés. Este año el concierto ha estado dirigido por Ricardo Muti. El excelso director italiano hizo las delicias del público con su melena estilo Hugh Grant al viento y marcando el ritmo de la Filarmónica de Viena de manera memorable.
Pero volvamos a los saltos de esquí de los famosos Cuatro Trampolines. En esta edición, hemos sentido, con la cámara subjetiva de un saltador, el canguele que debe entrar cuando vuelas por encima de la cabeza de miles de estoicos germanos, que bajo cero asisten a esta tradición deportiva. Estas variaciones en la retransmisión hacen que no pensemos que es la misma del año pasado, aunque yo mantengo una teoría que le ahorraría dinero a TVE, y es que si retransmiten los saltos de esquí de
ediciones pasadas el 90% de los televidentes no nos enteraríamos. Eso sí, no dejaríamos de verlo, o de tenerlo encendido, como el Belén, porque la tradición es la tradición.

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