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El Sillón Bol

La última curva

Alguna vez he manifestado en este Sillón bol que los deportes de motor no formaban parte de mi pasión. Soy incapaz de distinguir un Vectra de un Sierra. Sin embargo he de agradecer a que el domingo saliera triste, gris, lluvioso y frío. Ello hizo que cogiera los suplementos dominicales y en un principio me sumergiera en la lectura y el análisis sobre los zumbado de AlQaida, las nuevas ministras de ZP o la derrota de Los Serrano frente a Aquí no hay quien viva. De acompañamiento tenía puesto el televisor en la Primera, sabedor de que comenzaba el mundial de motos y que era más apetecible escuchar a Valentín Requena y a Angel Nieto que la Santa Misa desde algún convento benidictino y el programa Luar, ese que da la vasca sobre muñeiras gallegas, dyangos y juanpardos.

A la carrera de 125 no le presté mucha atención. Comprobé que era disputada, pero no me sonaban los motoristas, salvo Pablo Nieto y Barberá. Al final, en la última curva, un italiano le birlaba a otro la victoria en un estadio sudafricano que parecía Holanda. No se veía ningún negro.

La prueba de dos y medio la seguí entera. Bien porque me motivaron en los prolegómenos de la retransmisión, o bien porque había leido que Pedrosa había cumplido metiéndose entre los tres primeros en los entrenamientos. El caso es que desde el domingo Dani Pedrosa tiene un ferviente seguidor más. Un chaval de 18 años, el más joven en ganar en 250, con los tobillos todavía doloridos y recordándole sus meses de silla de rueda, y sin pretemporada, es capaz de ganar como un veterano en la última curva a uno de los favoritos. Ni que decir que la última vuelta la seguí de pie gritando aquello de “que huevos tienes muchacho”. Dani puede ser nuestro Indurain de las motos.

Eso, si Valentino Rossi se pasa a los rallys o a la Fórmula 1. The doctor Rossi es un diamante deportivo al que tienes el orgullo de decir “yo le ví correr”. Lo que hizo el domingo en el circuito de Welkome en Sudáfrica es sublime. Su victoria, también en la última curva, engrandece al deportista por encima de las máquinas. Su retiro espiritual junto a los neumáticos al finalizar la prueba nos emocionó al estilo de Sorpresa Sorpresa. La Yamaha que pilotó Rossi no ganaba una carrera desde hacía dos años y un Mundial desde hacía catorce. El año pasado lo máximo que consiguió fue un tercer puesto. La Honda con la que otrora arrasó no le sirvió a Max Biaggi para ganar, ese que había dicho de qué sería capaz Rossi con su Yamaha. Pues nada, la primera en la frente amigo Max.
En fin, que estamos esperando como locos el Gran Premio de Jerez, lo que no sé es si comprarme ya la chupa de cuero.

1 comentario

Bierzolinux -

Creí que solo los que teníamos cobertura de la Televisión Gallega éramos atormentados con Luar... Os compadezco.