Sudar el peto de entrenador
Sé que hoy debería hablar del gran éxito de Dani Pedrosa al proclamarse campeón del mundo de 250 centímetros cúbicos. Sin duda, es una alegría mayúscula que un chaval de 19 años les dé caña a otros veteranos motoristas más duchos en la categoría. Reconozco que la alegría en su pueblo natal me contagió la matinal de ayer, ni que decir de la satisfacción de su padre, que yo creo que pesa todavía menos que el propio Dani.
También podría referirme al espectáculo de Valentino Rossi, que no le dejó ni las migas a Sete Gibernau. Rossi, en mi modesta opinión, es uno de esos grandes deportistas de la historia, comparable a Eddy Merckx en ciclismo. Ya andan temblando en la Fórmula 1. El doctore es capaz de ganar con el Renault de Alonso.
Sin embargo, hoy quiero referirme al hecho que contemplé en el Marca del domingo: un entrenador de fútbol que entrena con micrófono como los de fútbol americano y Madonna en sus giras. Antonio Tapia, que así se llama el ínclito, es el mister del Málaga B; en el reportaje nos informaban que era un enamorado de su deporte y que aplicaba novedosas metodologías de entrenamiento: el estudió, la estadística, la programación, etc. eran su manera habitual de entrenar.
Es una de las rara avis que se dan en el fútbol. No hay que cosa que más me supere que la de contemplar como un entrenador de fútbol participa directamente en las sesiones con sus jugadores. Si el coach ha sido defensa en su época de jugador, ya está al Camacho de turno, sudando el peto fosforito en el partidillo habitual que juega hasta el fisioterapeuta. Si el entrenador ha tenido una pierna de terciopelo, ya le tenemos demostrando a sus pupilos, día tras día, cómo se sacan las faltas y los corners o cómo se tiran los penaltis cuando entrena a los porteros, en vez de dejar a sus futbolistas que sean ellos los que ensayen con los guardametas.
En otros deportes esto no es habitual. En la NBA ningún entrenador juega el partidillo final del entrenamiento. Su sitio está en la banda corrigiendo los errores. En general, en el basket es así. Los entrenadores no corren en los entrenamientos. Tienen la mente fresca para enseñar los sistemas de ataque y defensa. En el fútbol no. El entrenador se tiene que calzar las botas, ponerse el chándal, antaño hacían la horterada de ponerse el pantalón de deporte por encima del chándal, eso era el no va más; el mister en el fútbol tiene que correr como el carrilero, e incluso hacen el calentamiento con pelliza como Luis Aragonés. ¿Ustedes se imaginan a Scariolo realizando la rueda de calentamiento con el traje de Armani puesto?
También podría referirme al espectáculo de Valentino Rossi, que no le dejó ni las migas a Sete Gibernau. Rossi, en mi modesta opinión, es uno de esos grandes deportistas de la historia, comparable a Eddy Merckx en ciclismo. Ya andan temblando en la Fórmula 1. El doctore es capaz de ganar con el Renault de Alonso.
Sin embargo, hoy quiero referirme al hecho que contemplé en el Marca del domingo: un entrenador de fútbol que entrena con micrófono como los de fútbol americano y Madonna en sus giras. Antonio Tapia, que así se llama el ínclito, es el mister del Málaga B; en el reportaje nos informaban que era un enamorado de su deporte y que aplicaba novedosas metodologías de entrenamiento: el estudió, la estadística, la programación, etc. eran su manera habitual de entrenar.
Es una de las rara avis que se dan en el fútbol. No hay que cosa que más me supere que la de contemplar como un entrenador de fútbol participa directamente en las sesiones con sus jugadores. Si el coach ha sido defensa en su época de jugador, ya está al Camacho de turno, sudando el peto fosforito en el partidillo habitual que juega hasta el fisioterapeuta. Si el entrenador ha tenido una pierna de terciopelo, ya le tenemos demostrando a sus pupilos, día tras día, cómo se sacan las faltas y los corners o cómo se tiran los penaltis cuando entrena a los porteros, en vez de dejar a sus futbolistas que sean ellos los que ensayen con los guardametas.
En otros deportes esto no es habitual. En la NBA ningún entrenador juega el partidillo final del entrenamiento. Su sitio está en la banda corrigiendo los errores. En general, en el basket es así. Los entrenadores no corren en los entrenamientos. Tienen la mente fresca para enseñar los sistemas de ataque y defensa. En el fútbol no. El entrenador se tiene que calzar las botas, ponerse el chándal, antaño hacían la horterada de ponerse el pantalón de deporte por encima del chándal, eso era el no va más; el mister en el fútbol tiene que correr como el carrilero, e incluso hacen el calentamiento con pelliza como Luis Aragonés. ¿Ustedes se imaginan a Scariolo realizando la rueda de calentamiento con el traje de Armani puesto?
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El corredor -